Del chiquero al Congreso, la historia de Genaro García Castro

Escuchando obedeciendo… a la voz de Dios

A Genaro García Castro, las experiencias juveniles le marcaron el futuro. Y ahora, que puede definir políticas públicas estas se revelan como una película que pasa por su cerebro, con añoranzas de decenas de reuniones cara a cara, con los rostros de los chavitos que frente a él cruzaban de la mano de las madres, de aquellos rostros sucios, de los que no calzaban zapatos o que ya estaban desgastados de tanto uso, y en cuya suela ya no cabían más agujeros.
“Para mi habría sido una salvación el tener becas escolares. En mi tiempo no había, por eso era durísimo estudiar. Comprendo a los padres que deben decidir entre comer o mandar al hijo a la escuela. Ningún niño debería de faltar a la escuela por hambre, nadie, ninguno, de ningún grado”.
Y de las experiencias y de los reclamos reunidos a pie tierra, gastando suelas, resolvió su segundo eje: becas universales para los estudiantes, una propuesta que ayudará a que los niños concluyan sus estudios y hagan más perfectible su residencia.
A Genaro García Castro, sus conocidos lo llaman el “Jefe Genaro” porque lo conocen por su trato y su mando. Durante mucho tiempo fue policía en diversas modalidades, desde la extinta Federal de Caminos hasta de Tránsito, de aquellos de caki y que por entonces los apodaban “Caki”. Eran los ochentas, y los uniformes de policías eran grises. De allí las diferencias de colores. De usar aquellos colores básicos, de vigilancia de calles, portó también otro uniforme, uno que pasaba desapercibido. Fue parte de lo más granado, lo mejor de lo mejor, el Estado Mayor Presidencial, la Guardia Presidencial. Y en su trajinar cotidiano, acumuló experiencias, mandos, tácticas y regulación y planes, muchos planes, que ahora, en la etapa legislativa saca del cajón y lo convierte en su tercer eje de la agenda legislativa.
Además, todo aquello lo convierte en automático en especialista. Sabe de lo que habla, como lo habla y en dónde lo habla. Ahora está en su camioneta y en el horizonte se observa la colonia Siglo XXI. Se ve que el tema lo apasiona, lo reflexiona y suelta la bola, se explicaría en argot beisbolero, exponiéndolo así: “Mi tercer eje es una reforma a la ley de seguridad pública. La enmienda va sobre la selección de mandos, para acabar con la improvisación política de cada año, de cada 3 meses, de cada sexenio. A través de los años, se ha comprobado que el mando ajeno en corporaciones civiles estatales o municipales se desgasta y no da los resultados proyectados, mientras que en las fuerzas castrenses se mantiene intacto. Ellos se han mantenido leales, firmes al país, a la nación, con preparación y actualización continua pese a cambios de presidentes, de partidos, de modelos de gobierno. ¿Por qué? Porque en los mandos están los más aptos, porque su sistema de evaluación de capacidades y lealtades está probado. Por eso debe reformase la ley para que lleguen los civiles más aptos y leales y poner fin, de una vez por todas, a la improvisación y experimentación de compadres, compañeros de escuela, del barrio, y más.
“Propondremos pruebas rigurosas de aptitudes y lealtades para que se dé un escalafón de competencia por los grados y que estos no se otorguen por comisión de servicios, fin al compadrazgo, en una palabra.
“Teniendo en mando a los más aptos, con conocimientos, destrezas y lealtades, con constante evaluación el ciudadano gana, se da resultados, se detiene la impunidad y la corrupción. En fin, tendremos un cuerpo integral, sólido, leal al pueblo que vela por su pueblo y que protege a su pueblo, pero lo más sobresaliente, con mandos civiles, no militares”.
“El jefe Genaro” ha llegado a su destino. Se despide cordial. Abre su portezuela y jovial como siempre, dice: ¡A chambear! Y comienza su recorrido a paso veloz.
Su campaña por el Distrito 4 está concluyendo con los 45 días otorgados por la autoridad electoral… y él va fresco… como el primer día. Ese día uno inició a paso veloz su camino al nuevo destino, el Congreso de Sinaloa, y ahora va a la prueba del ácido.

Segunda y última parte.