Le movieron al algoritmo
Algunos “expertos” en informática y simpatizantes de candidatos derrotados circularon en redes sociales y grupos de WhatsApp la hipótesis de que el demoledor triunfo de Claudia Sheimbaum Pardo fue posible porque “alguien le movió al algoritmo” de los conteos rápidos del INE.
No es posible -argumentaron- que con todos los puntos negativos de la cuarta transformación con miles de muertos, desaparecidos, sistema de salud quebrado, deforestación de la selva maya, lujos de la familia presidencial y la batería de candidatos impresentables, Claudia haya obtenido 3 millones 113 mil 119 votos más que el fenómeno López Obrador de 2018”.
Algunos agnósticos afirman que todas las fuerzas terrenales y divinas se alinearon a favor del presidente que ganó por goliza -sin necesidad de consultar al VAR (Video Assistant Referee)- el plebiscito popular sobre su administración, la mesa completa con manteles largos para su sucesora y colocó a la oposición en peligro de extinción.
Ningún analista en sus cabales y mucho menos las “prestigiosas” encuestadoras o medios de comunicación serios que dieron tumbos en sus predicciones, imaginaron que pudiera ocurrir una diferencia de 31 puntos entre el primer y segundo. Tenían varias razones, unas objetivas, otras no tanto, como la pérdida de 9 millones de votantes entre 2018 y 2021 por los escándalos de corrupción del círculo rojo presidencial, la belicosidad contra órganos autónomos, la confrontación nacional alentada desde el púlpito presidencial y la sentencia de muerte contra el poder judicial, amén del multimillonario dispendio en obras innecesarios y operativamente inútiles.
Como si se tratara de una película de ficción, los ciudadanos que votaron por la oposición encuentran explicaciones de la derrota en un intrincado complot cibernético orquestado por mentes perversas del mundo, como las de Putin, Maduro y Diaz Canet, como dicen que ocurrió desde Rusia en la derrota de Hilary Clinton.
“Le movieron al algoritmo”, sostienen, borrando en un suspiro a los miles de ciudadanos insaculados para ser funcionarios de casillas, representantes de los partidos en los órganos electorales distritales, estatales y municipales. Desaparecieron también a organismos de la sociedad civil y a cientos de observadores nacionales e internacionales desplegados en todo el país que hasta el momento no han documentado alguna irregularidad grave. ¿Es posible comprar la voluntad de millones de personas para que se hagan de la vista gorda? Yo no creo.
Los agraviados, aturdidos aun por la aplanadora que les pasó por encima, también encuentran suspicacias en una elección de Estado sin tampoco documentaría. Hubo inequidad, violación a la ley, intromisión absoluta del presidente de la república, violencia como nunca y participación del crimen organizado como siempre. Pero de ahí a asegurar que todas las capacidades del estado mexicano operaron a favor de Sheimbaum hay un gran trecho.
Por supuesto, es increíble que haya ganado Nahale en Veracruz o que Morena destruyera históricos bastiones panistas como Yucatán y el corredor azul en el estado de México o recuperado la capital que Taboada ya hacía suya. No hay tampoco razonamientos o análisis serios que expliquen la posibilidad cercana de que Morena tenga mayoría calificada en ambas cámaras.
La oposición tiene la obligación de explicar a sus votantes por qué salieron a festinar un triunfo que no podían respaldar y, en caso de que las tengan, presentar con toda responsabilidad las pruebas durante la apertura y reconteo del 60 por ciento de urnas. Es en el terreno de la legalidad donde deben dar la batalla y no en la narrativa de fraude que debilita al INE que sigue en la mira de la cuarta transformación, aun y cuando su trabajo parece impecable hasta este momento y evidentemente es fundamental para la evolución de nuestra democracia.
No me vengan con que el algoritmo es el algoritmo.