México hacia un nuevo pacto de prosperidad compartida
La histórica victoria de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo como primera mujer presidenta de México abre un nuevo capítulo. Uno donde la “prosperidad compartida” no será un simple lema, sino el eje rector de las transformaciones sociales venideras. Y un pilar clave será sin duda fortalecer la protección social universal.
¿Por qué es tan urgente esta agenda? Las cifras son elocuentes: más de la mitad de la población mexicana carece de cualquier cobertura de seguridad social. Un panorama inaceptable para una nación que aspira a ser plenamente desarrollada y justa.
Las estimaciones de la OIT también indican que solo el 29 por ciento de la población mundial está protegida por un sistema de seguridad social integral que abarca toda la gama de prestaciones, desde beneficios familiares hasta pensiones de vejez, y que la amplia mayoría de la población mundial –el 71 por ciento, o 5200 millones de personas– tiene solo una cobertura parcial o ninguna.
La protección social universal no es un lujo, es una condición indispensable para erradicar la pobreza y reducir las grotescas desigualdades que aún persisten. Así lo han comprendido economistas, organismos internacionales como la OIT, e incluso la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU.
¿De qué hablamos cuando nos referimos a protección social universal? En esencia, garantizar el acceso equitativo de todas las personas a prestaciones básicas en dinero o en especie durante todo su ciclo de vida. Desde pensiones dignas para adultos mayores y discapacitados, hasta seguros de desempleo, subsidios para la niñez, cobertura médica y más.
La falta de protección social deja a las personas expuestas a la pobreza, las desigualdades y la exclusión social en todo el ciclo de vida, y en consecuencia representa un obstáculo importante para el desarrollo económico y social.
Un sistema de protección social robusto no solo preserva a las personas contra riesgos económicos y de salud. También es un poderoso motor para el desarrollo al impulsar la demanda interna, la productividad y la transformación socioeconómica.
Según el Informe Mundial sobre la Protección Social 2017-2019 de la OIT, varios países han conseguido la cobertura universal de las pensiones, entre ellos, Belarús, Bolivia, Botswana, Cabo Verde, China, Georgia, Kirguistán, Lesotho, Maldivas, Mongolia, Namibia, Seychelles, Sudáfrica, Swazilandia, Timor-Leste, Trinidad y Tobago, Uzbekistán y Zanzíbar. Otros países en desarrollo, como Armenia, Azerbaiyán, Brasil, Chile, Kazajstán, Tailandia y Uruguay están próximos a conseguirla. ¿Y México? Todavía arrastra un gran rezago, con 45% de su población recibiendo solo una prestación social, cuando el ideal es acceder a un conjunto integral.
Pero la historia nos enseña que los grandes cambios requieren voluntad política inquebrantable y nuevos pactos sociales y fiscales. Esa parece ser la convicción de Sheinbaum, quien ha planteado como meta “volver a poner al pueblo en el centro de todas las decisiones”.
¿Cómo lograrlo? Una posible ruta sería la implementación gradual de un sistema de transferencias monetarias universales desde la infancia hasta la vejez. Comenzando con la extensión de programas como la Pensión para el Bienestar de Adultos Mayores a todos los sectores y contemplando paralelamente un Ingreso Básico Universal para niños y jóvenes.
Un programa de esta magnitud implicaría una inversión significativa, pero ¿acaso hay mejor inversión que dignificar la vida de millones? Los cálculos indican que proveer un piso básico de protección social en países en desarrollo cuesta en promedio 1.6% de su PIB. Una cifra módica comparada con sus impactos exponenciales.
El reto será encontrar fuentes de financiamiento sostenibles y equitativas, tanto nacionales como internacionales. Combatir la evasión y elusión fiscal, redefinir prioridades presupuestarias y atraer capitales privados con un sólido plan de acción podrían ser algunos de los caminos.
No más excusas ni postergaciones. Ha llegado la hora de que México ingrese de lleno al selecto grupo de naciones con verdaderos Estados de bienestar y desarrollo humano integral. Un cambio de época donde ningún mexicano quede rezagado ni atrás por falta de oportunidades y condiciones dignas.
La prosperidad compartida solo será posible cuando la protección sea un derecho universal. Esa es la visión que al parecer la Dra. Claudia Sheinbaum traerá a la Presidencia. Esperemos que la marcha por un México más justo e incluyente dé sus primeros y firmes pasos bajo su liderazgo transformador.