MÉXICO“Gerardo Vargas gana en la cancha judicial: la ley lo respalda, el desacato se confirma”

Gerardo Vargas no solo defendió su posición: les ganó el partido completo en el terreno donde más duele, el judicial. El fallo del juez federal en el amparo 1832/2025-VIII fue lapidario: el incidente de violación a la suspensión fue procedente y fundado. Punto, no hubo matices ni rodeos, el juez reconoció que hubo incumplimiento y señaló con dedo firme a la autoridad responsable de desafiar la ley.

Mientras algunos creían que podían manejar la suspensión como un simple trámite, el juez les recordó la regla básica del Estado de derecho: las resoluciones se cumplen, si no les gusta, que recurran, lo que no se vale es actuar a capricho y esa es la línea que Vargas ha defendido: la legalidad como escudo frente al abuso de poder de quienes decidieron pisotear un mandato judicial.

El golpe de autoridad vino con un aviso que nadie puede ignorar: si las autoridades del estado insisten en no obedecer, la vista se dará al Ministerio Público Federal y la FGR abrirá carpetas de investigación. Es decir, el desacato ya no será solo una mancha política, sino un problema penal, mientras Vargas obtiene oxígeno y legitimidad con esta resolución, sus adversarios están a un paso de enfrentar consecuencias legales graves.

Lo irónico es que el discurso oficial de sus detractores hablaba de “respeto institucional”, pero lo único que quedó en evidencia es su inclinación por desconocer la ley. Al final, la justicia federal tuvo que poner orden y hacerlo de manera ejemplar. Vargas, en cambio, emerge fortalecido: no solo resistió la embestida, sino que ahora puede presumir que un juez federal le dio la razón y que el incumplimiento no vino de su cancha del “terrero judicial”.

En este episodio no hubo empate, hubo ganadores y perdedores. Vargas conectó un batazo limpio en la narrativa política y judicial, mientras sus adversarios quedaron exhibidos como lo que son: autoridades dispuestas a quebrar la ley cuando no les acomoda. Hoy, el alcalde puede reclamar el triunfo con legitimidad, porque la justicia federal le entregó la mejor medalla: la validación de que tenía razón frente al atropello.

El Estado de derecho se fortalece, sí, pero con un nombre en mayúsculas en la pizarra del resultado: Gerardo Vargas.