Julio Duarte: los viajes del poder y el olvido de la sobriedad

Por más que algunos pretendan vestir sus actos con el ropaje del compromiso sindical, hay gestos que delatan lo contrario. La imagen de Julio Enrique Duarte Apán, secretario general del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Ayuntamiento de Culiacán (STASAC), y su comitiva paseando por Monterrey, Nuevo León, en un congreso más de los muchos que se organizan bajo el nombre de la burocracia dorada, no habla de trabajo, sino de dispendio. Mientras los trabajadores del Ayuntamiento esperan respuesta a su pliego petitorio, Duarte prefiere los reflectores de los salones alfombrados, las fotos oficiales y el aplauso de los suyos.
No fue un viaje solitario. Lo acompañaron Carlos Alberto Guzmán Verdugo, secretario de Finanzas del STASAC; Fabiola Meza Quintero, secretaria de Organización y Propaganda; y Vanessa Ignacia Estrada Sánchez, secretaria de Actas y Acuerdos. Los cuatro acudieron al Congreso Nacional Ordinario de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio de los Gobiernos de los Estados y Municipios y Organismos Descentralizados de Carácter Estatal y Municipal de la República Mexicana (FSTSGEM), encabezado por don Rafael Reyes Montemayor, histórico dirigente de San Pedro Garza García, quien fue ratificado como secretario general nacional para el periodo 2025–2031.
El evento, celebrado los días 6, 7 y 8 de octubre, reunió a representantes de 24 estados del país, y en él Duarte rindió protesta como parte del nuevo Comité Ejecutivo Nacional del FSTSGEM. Todo parece muy institucional, muy protocolario. Sin embargo, detrás de las fotografías y los discursos, queda una pregunta que no se disuelve con los aplausos: ¿qué andan haciendo al menos cuatro personas gastando el dinero de los trabajadores para asistir a un congreso en Monterrey?
No es la primera vez. Apenas unas semanas atrás, el mismo grupo había realizado otra visita a Nuevo León. El viaje, disfrazado de compromiso sindical, refleja una costumbre que se ha vuelto peligrosa: la de convertir la representación en privilegio, y la gestión en pretexto.
Julio Duarte debería ser ejemplo de sobriedad, de sencillez y de cercanía con las bases. Pero el ejemplo que da es el opuesto: el del dirigente que se ausenta en los momentos cruciales y que parece más interesado en su proyección nacional que en resolver las demandas locales. En política, y más en el sindicalismo, el exceso es una forma de traición. Porque mientras unos se toman la foto con el líder nacional, otros en Culiacán enfrentan la precariedad, la indiferencia y la espera.
El sindicalismo que nació para defender al trabajador no puede reducirse a una agenda de congresos y convivios. Necesita recuperar la ética del servicio, el sentido de comunidad, la dignidad de la representación. Cada peso gastado debe traducirse en un beneficio tangible para los agremiados, no en viajes que solo engordan el ego de los dirigentes.
Julio Duarte, al rendir protesta en Monterrey, quizá olvidó que su verdadera protesta debía ser contra los abusos, la desigualdad y la simulación. No contra el sentido común. Y si el poder sindical termina siendo un pretexto para el turismo institucional, entonces la lucha obrera corre el riesgo de convertirse en un teatro donde el trabajador sigue siendo espectador.
Porque el dispendio también es una forma de olvido.