Cuando le pegaron en el corazón a El Debate
POR ÁLVARO ARAGÓN AYALA
Fue el 7 de junio de 1980, precisamente el Día de la Libertad de Expresión. Llegué a eso de las 8 de la mañana, presuroso, a El Debate de Los Mochis, e ingresé a sus instalaciones; saludé al subdirector, Cenobio Valdez Delgado y al personal con un “¡ya llegué!”. Yo era considerado el novato en la redacción del periódico.
Arribé alegre. Día de la Libertad de Expresión, me decía. Terminaría rápido mi tarea y me iría de pachanga.
Así que de inmediato, ahí, a la entrada, donde se ubicaban las oficinas administrativas, pregunté: ¿Ya llegó Aarón Flores Heredia? ¿Ya se reportó? El personal de contabilidad me miró perplejo, atónito. Permaneció enmudecido. Nadie contestó. Me di cuenta que todas lloraban en silencio.
Cenobio Valdez me tocó el hombro izquierdo y me dijo: “nos lo mataron Álvaro”. Quedé helado.
Mi ingreso a El Debate de Los Mochis se había producido seis meses antes con privilegios que desencadenaban bromas de mis compañeros reporteros. Acababa de llegar de la Ciudad de México y sin ningún obstáculo abordé en su oficina a Cenobio Valdez y le pedí trabajo. Me preguntó si ya había reporteado y le contesté que no.
Cenobio se me quedó viendo fijamente. Tardó unos dos minutos en contestar ¿De dónde eres?, me inquirió. Le conté todo, entre todo parte de mis peripecias en la Ciudad de México y mis proyectos. No reparó ni un instante. Se levantó de su asiento y juntos acudimos al cubículo de Aarón Flores Heredia, jefe de información. Le comunicó que me sumaba al grupo y le pidió que me ayudara. Que traía ganas de trabajar.
Por la sala de redacción circulaban Jaime Pérez Rocha, Francisco -Pancho- Trujillo, Gregorio Medina y Octavio Domínguez, entre otros. Las glorias de las fotografías periodísticas se les repartían los hermanos Guerrero y Oscar -“El Gordo”- Veliz. La dirección del diario estaba a cargo de Lorenzo Valdez López. En Culiacán lo dirigía José Ángel Sánchez López.
Esa mañana 7 de junio de 1980 le pegaron en el corazón a El Debate, nos pegaron. Me quitaron a un amigo. Yo me había convertido en compañero inseparable de Aarón Flores, quien le había comunicado a Cenobio Valdez que tenía chispa. Madera. Con Aarón Flores gasté, en una rica cena y unas cervezas, toda mi primera quincena.
Por la noticia fúnebre entre en shock. Del miedo pasé a la angustia y de ahí al coraje y la impotencia. En seis meses de quehacer periodístico, en seis meses de trabajo reporteril, de estar pegado a la redacción, me di cuenta de los riesgos que implicaba el trabajo de la comunicación. De la denuncia pública.
Media hora duré en silencio con Cenobio Valdez. En media hora me serené. “El periódico tiene que seguir editándose”, me dijo Cenobio. Horas después acompañé a Gregorio Medina, que cubría la fuente policiaca, a ver el cadáver de Aarón en una fría plancha de la Funeraria Robles. Pensar que un día antes habíamos quedado ir de fiesta el 7 de Junio, el Día de la Libertad de Expresión.
Aarón fue asesinado en las cercanías de las faldas del cerro de La Memoria y el estadio Emilio Ibarra Almada, junto con Gabriela Ochoa Villaverde, formadora del periódico El Gráfico.
Ahí, entre unos matorrales, había sido torturado y asesinado de un balazo en la cabeza. Junto a él, yacía el cuerpo de Gabriela. Los dos habían sido “levantados” la noche anterior en las cercanías de El Gráfico.
Idelfonso -“Poncho”- Salido Ibarra acababa de adquirir la mayoría de acciones de El Debate. Su anterior dueño, Manuel Moreno Rivas, cedía estratégicamente el control del diario a sus nuevos propietarios.
El asesinato de Aarón Flores Heredia y Gabriela Ochoa desencadenó la inconformidad y protesta del gremio periodístico y sacudió la opinión pública. La percepción de los lectores y la sociedad toda era en el sentido de que la orden de su ejecución había partido del gobierno de Alfonso G. Calderón y que los homicidas podrían haber sido agentes judiciales o municipales.
La Procuraduría de Justicia en respuesta a las manifestaciones ciudadana y de los comunicadores y de las sospechas públicas y acusaciones “de café”, nombró un fiscal especial para que se encargara de la investigación de los homicidios.
La primera entrevista en torno al crimen concedida por el entonces gobernador Alfonso G. Calderón, la concedió a un servidor, de El Debate, y a Víctor Islas, de El Diario de Los Mochis. El mandatario condenó el crimen y fijó un plazo de 72 horas para esclarecerlo.
De Culiacán se dejó venir José Ángel Sánchez, quien se le pegó como lapa a los jefes policiacos. No perdía detalles de la investigación. Gregorio Medina cubría la información de los jefes policiacos y el fiscal especial. José Ángel le supervisaba el trabajo periodístico y la exigencia del esclarecimiento del homicidio.
Por una llamada telefónica anónima se supo que en el penal de Los Mochis, un tipo decía que él sabía quienes habían sido los autores del crimen. No se encontraba en esos momentos José Angel Sánchez en Los Mochis: se manejó como confidencial la información; nadie de los periodistas “colmilludos” quiso entrevistar al preso, así que Isabel Ramos Santos, el gerente (que después dirigió toda la cadena de El Debate), me pidió que fuera.
Inexperto, llegué a la cárcel. Me entrevisté con el reo y me pidió apoyo para salir libre, exonerado del delito que se le imputaba, a cambio de dar datos en torno al crimen. Tras el encuentro con el reo, los custodios me llevaron ante el director del reclusorio, Atilano Serrano, quien me interrogó largo y tendido.
Me orientó: “Estás joven; no te metas en las patas de los caballos. En esos temas ni yo me metó”. El asesinato de Aaron Flores Heredia y Gabriela Ochoa no ha sido esclarecido. El 7 de junio del 2017 se cumplirán 37 años de los crímenes.
Nota: en ocasión del Caso Aarón Flores y otros más, de alto impacto, en una conversación, de las tres que tuve con el fundador de El Debate, Manuel Moreno Rivas, le pregunté por qué muchos casos se archivaban y porque el periódico que él creó no profundizaba en temas del narcotráfico. Me contestó: “meterse en esos asuntos es como ir todos los días a comprar flores para tu propia tumba”.