“Aquí falta un sombrerudo”

POR: EULALIO VALDEZ 
Mal le fue a Saúl Rubio Ayala cuando ante el gobernador Juan Millán expresó siendo alcalde de Sinaloa municipio:
—Aquí en esta galería de gobernadores falta un sombrerudo!!!
Fue un mensaje para el gobernador en el sentido de que tenía aspiraciones por la gubernatura, cosa que desde luego no fue del agrado de Millán, que ya traía perfilados a dos o tres  prospectos de su equipo de confianza.
Saúl quería ser Senador de la República para de ahí estar en mejor posición de buscar la gubernatura.
A lo que llegó fue a diputado local y luego a candidato a una diputación federal, que perdió ante el priista Francisco Frías Castro. Rubio no se dejaba intimidar ni acobardar por amenazas. Y cuando encabezaba la lucha de los productores agrícolas, siendo diputado local, fue acribillado a balazos.
Otro sombrerudo. Aureliano Urías, candidato de Morena a la presidencia municipal de El Fuerte, no pudo lograr ganarle a la priista Nubia Ramos, aunque impugnó el proceso  alegando que fue víctima de un fraude electoral.
Urías recibirá como premio de consolación una representación de Morena en el entrante gobierno federal. Cuando menos eso es lo que se pregona.
Otro que le fue mal fue  al conocido líder campesino del Valle del Carrizo, Cecilio Gámez, que apenas estaba probando las mieles de una curul interina en el Congreso del estado, cuando sobrevino la debacle del PRI, PRESENTÁNDOSE MUY ORONDO EL TITULAR DE LA DIPUTACIÓN, Jesús Marcial Liparoli, a reclamar su escaño.
Cecilio solo duró dos meses en esa representación, destacando por  sus frecuentes intervenciones en las sesiones  en la cual fijaba su posición como líder ante el gobierno, opacando la labor de Liparoli.
Gámez acaparó los reflectores cuando se negó tajantemente a despojarse del sombrero en el trabajo legislativo, lo que fue tomado por las autoridades del Congreso como un acto de rebeldía y una falta de respeto a ese órgano legislativo.
El líder alegó que el sombrero es un símbolo de lucha y defensa de los intereses de uno de los sectores más lastimados por las políticas públicas hacia el campo, de un gobierno insensible y torpe. Legitima su defensa pero la realidad es que el sombrero “le tapa la pelonera”.
Al final tuvo Cecilio Gámez tuvo que entregar la representación a quien había prometido no regresar a su curul, regresando a su trinchera de lucha campesina, en espera de otras oportunidades.
Merece comentario también el caso del panista Roberto El Güero Cruz, que cada vez que anda encampañado, se viste a la usanza campesina, con pantalón de mezclilla, paliacate y sobrero fino, de los que  tiene una colección.
Francisco Alarcón Fragozo, fue otro sombrerudo que aspiró a la gubernatura, apoyado en la estructura del sector campesino de Sinaloa, donde ejercía un férreo liderazgo.
Alarcón era un gallo de pelea, que no le temía a nadie, ni a Sánchez Célis, el entonces gobernador, quien tenía fama de duro y de matón.
Con Toledo Corro logró alcanzar una diputación federal, donde siguió haciendo política.
En el sexenio anterior, con Alfonso G. Calderón, tuvo desavenencias este temido y respetado personaje, considerado como el mejor líder que ha tenido la Liga de Comunidades Agrarias de Sinaloa.
Un día el gobernador Calderón lo mandó llamar para decirle que no se entrometiera en el proceso de sucesión de la Liga Agraria, posición que don Alfonso tenia destinada para su amigo Felipe Armenta Gallardo.
Cundo recibió la advertencia, Alarcón con el rostro endurecido, encabronado, le respondió:
—ESTAS LOCO CALDERÓN, a mi no me vas a mandar ni a mangonear…!!!!
Luego salió de la oficina del gobernador sin despedirse siquiera.
¿Cuándo surgirán líderes  auténticos, con ideales y principios, como Saúl Rubio y Alarcón que en su lucha no le temía a gobernadores ni al mismo diablo?
Eso sí, lidercillos bribones y convenencieros surgen  de pronto como el zacate Johnson, como solía señalar en sus discurso el desaparecido líder cañero Reynaldo Esquer Osuna.
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